En los próximos 20 años habrá una transformación absoluta del sistema mundo que nos exigirá decrecer en algunos ámbitos para crecer en otros. En este contexto hay algo fundamental: no habrá cambio si el cambio no es entendido. La comunicación es una herramienta estratégica para la aceptación social de la transición energética.

Es necesario situar a las personas en el centro de la transición energética. Para que la transición sea justa tiene que incorporar un ingrediente especial: la escucha, la reflexión y la participación social como parte de la metodología de trabajo. Mantener la cultura y el acervo de cada territorio marcará la diferencia: lo que funciona es la honestidad y la sensibilidad para con los territorios. Además, hablamos de generar impacto positivo en las comunidades en las que se opera.

La descarbonización europea necesita tanto del impulso de la Administración pública como de un sector privado comprometido con la transición y las condiciones en las que esta se lleva a cabo. No hay varitas mágicas, pero no debe faltar la ambición climática y la ambición social. La clave es la creación de valor compartido.

Conviene trasladar el mensaje a todos los actores sobre la necesidad de ordenar: los parones generan etapas de pérdida de confianza y eso tiene un gran coste que debemos evitar.