Sostenibilidad e impacto
27.Nov.2019
Invertir en el cambio
Junto a los criterios financieros (riesgo y rentabilidad), cada día más inversores se fijan en criterios sociales, medioambientales y de buen gobierno a la hora de decidir qué productos de inversión elegir. Es la llamada inversión socialmente responsable (ISR). El inversor excluye de su universo de inversión oportunidades que no cumplan con ciertos criterios relativos a los derechos humanos, laborales, de anticorrupción o protección ambiental (política de exclusión), o elige invertir en fondos que tengan en cuenta exigencias adicionales de gobernanza, sociales y medioambientales en la selección de empresas (los llamados best in class).
"El inversor socialmente responsable excluye oportunidades que no cumplan con ciertos criterios relativos a los derechos humanos, laborales, de anticorrupción o protección ambiental"
Aunque aún rezagado con respecto a otros colegas europeos, la ISR en España ha experimentado en estos últimos años un crecimiento exponencial, pasando de gestionar activos por valor de 80 millones de euros en 2002 a los 169.359 millones de euros en 2015, según datos de Spainsif.
El desarrollo de la ISR es una buena noticia. Pero también hay gente que quiere ir un paso más allá. Cada vez más personas quieren que sus inversiones apoyen activamente la creación de empresas que tienen el propósito de transformar e impactar positivamente en la sociedad.
Se trata de empresas que nacen para producir bienes o servicios que ofrecen soluciones pragmáticas y sostenibles a retos sociales y medioambientales de nuestra sociedad. Estas empresas van más allá del impacto ordinario de creación de riqueza y empleo, propia de la empresa tradicional, y del impacto incidental de la ISR. Son empresas con propósito que ponen en el centro de su actividad a las personas y al planeta, y que necesitan financiación para desarrollarse y crecer, como cualquier otra empresa.
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Una inversión alineada con los ODS
Pero sobre todo, necesitan inversores y financiadores que estén alineados con sus objetivos, tanto de impacto social como de rentabilidad. Es la llamada inversión de impacto social, donde el inversor busca una doble rentabilidad: económica por un lado, y social y medioambiental por otro. Gano yo como inversor y gana toda la sociedad.
La inversión de impacto es un fenómeno relativamente reciente, el concepto se acuña en 2007. Según datos de la Global Impact Investing Network, en 2017 la inversión de impacto a nivel mundial reunía activos por valor de 228.100 millones de dólares. Esta cifra duplica la cantidad global del año anterior, lo que sugiere el rápido crecimiento de este sector. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), fijados por la ONU en 2015, señalan los problemas de sostenibilidad más apremiantes del mundo, y son un marco de referencia para la inversión de impacto. El capital privado puede y debe colaborar para que avancemos como especie hacia las ambiciosas metas de los ODS.
Dinero con propósito
Dentro del mundo de la inversión de impacto se pueden encontrar inversores de diversa índole. Desde inversores institucionales que invierten en bonos verdes, microfinancieras que invierten en países emergentes a través de microcréditos, y fondos que invierten en capital riesgo social.
"En la inversión de impacto social el inversor busca una doble rentabilidad: económica y social y medioambiental"
También, gracias a los desarrollos tecnológicos y legislativos, hay un hueco para los inversores particulares que quieren dar un propósito a su dinero. Es lo que hace La Bolsa Social: de una manera abierta, transparente, participativa y democrática, conectamos inversores con valores con empresas de impacto social que necesitan inversores de capital para desarrollarse y crecer. Y todo se hace de manera online y sencilla.
En estos tres años largos de recorrido hemos permitido que cientos de pequeños inversores canalicen 2,2 millones de euros para financiar 10 empresas sociales. ¿A qué se dedican estas empresas? A muchas cosas: desarrollan productos y tecnología que nos ayudan a transitar hacia una agricultura más sana, sostenible y respetuosa con el medio ambiente; elevan la calidad de la educación y facilitan el acceso a la cultura; conectan a los consumidores conscientes con productores responsables; mejoran las condiciones de vida de las personas con discapacidad, de nuestros mayores y de los desfavorecidos del planeta; hacen que nuestras ciudades sean más sostenibles...
Además, junto al impacto social que ayudan a crear, nuestras dos primeras inversiones (Utopicus y Nostoc) han dado a nuestros inversores un retorno financiero incluso elevado para el capital riesgo tradicional, premiando generosamente el riesgo que han asumido. Se demuestra así que es posible invertir en empresas con impacto y además que son rentables.
Lo bueno de plataformas como La Bolsa Social es que nos da un papel a cada uno de nosotros como actores del cambio. Podemos ser el cambio que queremos ver. Porque crear una economía con propósito también nos compete a todos como inversores y financiadores.
Artículo publicado en nuestro ebook "La Economía del Propósito". Descárgatelo aquí ?: